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LA PIEDRA DE RAYO


El trueno es la voz de los dioses del cielo y el rayo constituye su arma, destructora de serpientes y enemigos espirituales; furia divina; atributo de monarcas y magos. El trueno ruge como un toro y es el portador de la lluvia fecundadora, asociado a las fases de la luna. hace crecer las mareas de ríos, mares y océanos, es símbolo de las aguas fertilizantes y nutrientes de la vida terrestre.

El rayo es la unión sagrada del dios celeste fecundador y la Madre Tierra receptáculo de su fulgor, la cual, preñada de su poderosa energía, hace surgir de su seno a las piedras que concentran todo su poder solidificado en la dura roca.

Diccionario de Símbolos

J.C. Cooper

Çeraunio, que en otra manera so dize Rayo

Como el ayre turbado corre con la rabia e turbaçion delos uientos, como truena e como el ayre de fuego relampaguea, rompen se las nuues, e cae aquella piedra pequeña del çielo, el nombre dela qual es açerca de los Griegos dicho fulmen o rayo. E fallase aquesta piedra en aquellos lugares, donde es çierto ser feridos de fulmen o rayo, el qual en griego es llamado çeraunio; ca, lo que nos dezimos rayo, dizen los Griegos çeraunio.

El que castamente aquesta traxiere, no sera ferido de rayo, ni la casa, ni la uilla, adonde aquesta piedra estouiere, ni por el toruellino peligroso.

E lançado por el mar o por el rio, no sera sumido el nauio, ni será ferido de rayo. Aprouecha assimismo para uençer las causas o batallas, e administra dulçes sueños e alegres. A este son dada dos speçies e otros tantos colores. E cuentase Germania enbiar uno semejable al cristal mas resplandesçiente con color amarillo, e el Yspano, morante en la región Lusitana, enbia otro detramante llamas e semeiable en color al piropo.

Lapidario. Título de las declaraciones de las naturalezas de las piedras ca. 1420

Anónimo

Los fragmentos anteriores comprenden, el uno, a la enrevesada simbología del rayo y el trueno, la cual, siempre se ha emparentado a los otros elementos naturales como la lluvia y la tierra, los que, comúnmente, se veían antropomorfizados por la mayoría de las culturas prehistóricas y de la temprana antigüedad, como dioses masculinos y femeninos respectivamente, y que concebían, como cabe suponer, a las rocas formadas por medio de estos elementos o a aquellas caídas del cielo, como objetos divinos y, por ende, dignas de culto y veneración.  

El otro fragmento, corresponde a un antiguo y anónimo lapidario medieval que data alrededor de 1420; en el que ya se observa todo el halo de superstición y misterio que encerraba la famosa piedra ceraunia, conocida por diversas generaciones como la piedra centella o la piedra del rayo, a la cual se le indilgaban atributos de gran poder, por tanto, fue usada como un poderoso amuleto, creencias y usos que, no obstante, persisten hasta nuestros días.

Las piedras de rayo son piedras de pedernal o fósiles prehistóricos, generalmente de forma puntiaguda, se cree, que fueron utilizadas por las tribus de humanos primitivas como herramientas de corte, es decir, muy probablemente se trate de las hachas, flechas, lanzas y demás utensilios utilizados durante la llamada “Edad de Piedra”; también existen piedras con características especiales a las que, de igual modo, se les ha llamado piedras de rayo o centella tales como las belemnitas y las fulguritas. A todas estas piedras, buena parte de las civilizaciones antiguas les concedió poderes mágicos y extraordinarios, basándose en la creencia de que éstas procedían del cielo y por tanto tenían un origen divino. Otra popular creencia muy extendida, concebía a las piedras de rayo, nacidas literalmente a partir de estos, según lo siguiente: cada vez que un rayo cae del cielo y choca contra la tierra, sus partículas, se entierran en el suelo, luego, surge de ese lugar una piedra con la forma del rayo que la “engendró” (tal es el caso de las fulguritas). Lo cierto es que, debido a estas consideraciones, son extensas y muy diversas las supersticiones, creencias y mitos que se construyeron a lo largo del tiempo, en torno a este tipo de piedra.

En casi todos los lugares se ha considerado un poderoso amuleto contra los fulgores de los propios rayos, ya que se dice que éstos no caen dos veces en un mismo lugar, es por ello que se guardaban en las casas, sobre todo cerca de las chimeneas o bajo el tejado para proteger los hogares de las centellas, asimismo, para proteger el ganado, los pastores utilizaban las piedras de rayo como badajo en la esquila de la cabeza de la manada.

Usada como amuleto, se dice que protegía contra demonios, brujas y otros espíritus malignos, también se usaba para tratar diversas enfermedades (la piedra se presionaba en el área afectada o se pulverizaba y con ella se preparaban distintos ungüentos).

Tanto en Europa como en América se generaron una gran cantidad de usos inverosímiles para estas piedras. Así: Los griegos creían que eran un atributo del dios Zeus y se decía que habían sido hechas por los cíclopes en forjas subterráneas bajo la supervisión del dios herrero Hefesto. En Escandinavia, las piedras de rayo, estaban asociadas al dios Thor, y se adoraban con frecuencia como dioses familiares que evitaban los hechizos y la brujería. Se les derramaba cerveza como ofrenda y a veces se les untaba con mantequilla. En Suiza, aquel que fuera dueño de una de estas piedras la pasaba tres veces alrededor de su cabeza, y luego, amarrada al extremo de una correa, la arrojaba hacia la puerta de su vivienda cuando se aproximaba una tormenta, esto, para evitar que un rayo cayera sobre la casa.  En Italia, se colgaban del cuello de los niños para protegerlos de enfermedades y del mal de ojo, procedimiento heredado quizá de la época romana en la que se cosían, dentro de los collares de los perros, junto con un pedacito de coral, para evitar que estos se volvieran locos. En los Alpes franceses protegían a las ovejas, mientras que en otras partes de Francia se cree que facilitaban el parto. En Suecia ofrecían protección contra los elfos y gnomos. Asimismo, en las Islas Británicas se conservaba alguna idea de su uso original, y a menudo se les conocía como flechas o dardos de elfos o como flechas de hadas, pues, se creía que habían sido disparadas por estos seres para herir a una persona o a algún animal con el fin de hechizarlos, por ello, poseer una de estas diminutas armas servía de contra ante las amenazas de sus hechizos. En Irlanda, las piedras de pedernal se sumergían en agua para hacer una panacea que se supone era buena para cualquier hombre o bestia. De igual modo, se creía que, engastadas en plata, funcionaban como protección contra los disparos de los elfos o hadas, es decir, las enfermedades infligidas por sus flechas.

 En Carolina del Norte y Alabama aún existe la creencia de que las piedras de pedernal colocadas en el fuego evitarán que los halcones molesten a los polluelos, una creencia que probablemente se deriva de la idea europea de que las flechas de los elfos protegen a los animales domésticos. En Brasil, el pedernal se utiliza como piedra de adivinación para obtener oro, descubrir tesoros o manantiales.

El pedernal fue objeto de veneración por la mayoría de las tribus indígenas americanas. Según el mito del origen del pueblo Pawnee, la estrella de la mañana le dio al hombre armas e implementos de piedra. Entre la etnia quiché de Guatemala, existe el mito de que un pedernal cayó del cielo y se rompió en 1600 pedazos, cada uno de los cuales se convirtió en un dios. De hecho, Tohil, el Dios que les dio fuego, todavía se representa como pedernal. El chamán Cheroqui invoca un pedernal cuando está a punto de escarificar a un paciente antes de aplicar su medicina. En estos mitos y creencias americanas se hayan paralelismos con las europeas puesto que el dios romano Júpiter también fue adorado en forma de pedernal por muchas religiones mistéricas de la época.

Frontispicio de poemario de Marbodio Liber de Lapidibus edición de 1539

 Durante la Edad Media, muchas de estas piedras muy bien labradas fueron veneradas como armas, ya que se creía que cuando tuvo lugar la «guerra en el cielo» se habían utilizado para expulsar a Satanás y a sus huestes. Por lo tanto, en el siglo XI el emperador bizantino envió al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico un «hacha del cielo» (que tal era como se les conocía entonces).

Y en el siglo XII, un obispo de Rennes llamado Marbodæus, describió en un poema que llevaba por nombre Liber Lapidum o Liber Gemmis, (poema que se recoge en el lapidario anónimo de 1420) las propiedades mágicas de las piedras de rayo en el que expresaba que era un medio divinamente designado para asegurar el éxito en las batallas, tener seguridad en el mar, protección contra los truenos y contra los sueños desagradables.

En 1677, el Dr. Robert Plot, el primer custodio del Museo Ashmolean de Oxford, publicó su clásico libro The Natural History of Oxfordshire. Plot registró que en Oxfordshire lo que ahora llamamos fósiles equinoideos aún se llamaban por aquel entonces piedras de rayo, ya que se pensaba que habían descendido de los cielos durante una tormenta.

Todavía a finales del siglo XVII y aún a principios del siglo XVIII muchos lapidarios incluían a la piedra del rayo y la describían como una piedra con propiedades sobrenaturales o apotropaicas.

Fue solo después de la Revolución Francesa, que el clima político en Europa estuvo lo suficientemente libre de sentimientos religiosos como para que los descubrimientos arqueológicos se desarrollaran desapasionadamente y se llegara a la conclusión de que la existencia humana abarcó un período de tiempo mucho mayor que cualquier teólogo cristiano hubiera soñado.

Antoine de Jussieu, naturalista francés

Hubo, sin embargo, sospechas del origen humano de estas piedras ya durante el siglo XVII como las que anotaba el naturalista francés Antoine de Jussieu, en las memorias de la Académie Royale des Sciences de Paris, en las que llega a la conclusión que las ceraunias son herramientas humanas, comparándolas con las herramientas encontradas por pueblos del Caribe o Canadá. Pero estas anotaciones, junto con algunas otras de este siglo, por alguna razón desconocida, pasaron como desapercibidas. No fue sino hasta el siglo XVIII que varios hombres de ciencias y letras y muchos arqueólogos se pronunciaron al respecto de las ceraunias y lograron desmitificarlas por completo ante la comunidad científica.

Ahora bien, creencias y mitos de una antigüedad tal como las que circundan a la piedra ceraunia, no se desarraigan tan fácilmente del imaginario del folklore popular, aún son muchas las sociedades tribales que le otorgan propiedades especiales a esta piedra y son muchos los campesinos, e incluso aquellos habitantes de las selvas de concreto, que buscan en ella protección y guarecerse de las tormentas y de los fulgores del rayo.


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Arcanos de la Sabiduría

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